miércoles, 1 de abril de 2020

72. MAKERSPACES EN BIBLIOTECAS

Entre los modelos que se han desarrollado para renovar la misión de la biblioteca (vid. entrada 53, sobre los modelos), desde el año 2011 se propone el llamado makerspace, que en español bien podemos denominar "espacio de trabajo en colaboración" -por lo que enseguida usaremos para referirlo la abreviatura ETC, coincidiendo como vemos con la de nuestro etcétera-, mismo que se quiere volver sustantivo para designar aquello que antes se tenía como servicios culturales, de ayuda en tareas, educativos, de educación para la vida, de capacitación para el empleo, de emprendedurismo, e incluso para varios servicios de extensión.
El concepto amplio de ETC surgió seis años antes, en 2005, y consiste en que grupos de personas se reúnan en una instalación física, virtual o mixta para usar los recursos y herramientas disponibles y accesibles para llevar a cabo un fin determinado, que puede ser crear algo nuevo, explorar algo de interés, o aprender algo.

Modelo del Espacio de Trabajo en Colaboración. Elab. propia.

Los ETC parecen tener antecedentes en los hackerspaces, los Fab Labs, y podemos notar mucha semejanza con los hubs, tales como el Impact Hub Oaxaca o el Telmexhub de la Ciudad de México.
En el ETC hay un facilitador que opera a partir de políticas, planes, procedimientos, reglas y normas establecidos, y es quien permite usar en formas lícitas,  y a menudo predeterminadas, los recursos y las herramientas que se tienen dispuestos y accesibles.
El facilitador y las personas solicitantes convienen lo que van a hacer y aquel les permite el acceso, pudiendo primero poner al tanto las reglas que deben cumplirse en la instalación con todo su haber. En ocasiones, las formas como deben realizarse las actividades están condicionadas en los procedimientos o por los recursos y herramientas disponibles.
Estos recursos y las herramientas deben ser los adecuados a los fines que se quieren lograr, y las herramientas pueden tener un fuerte componente tecnológico, incluso con lo último en dispositivos útiles para lo que se proponga realizar.
El resultado esperado es una experiencia valiosa e innovadora para cada grupo, en la que se desea el logro de los fines que se hayan propuesto.
En lo general, se aplica tal cual este modelo en las bibliotecas presentándolo como un nuevo servicio, y a menudo como una nueva cara de la biblioteca, aunque como vimos antes han existido en ellas, desde hace varias décadas, otras opciones de servicios que ahora parecen incluirse en el concepto de ETC.
De esta manera, las sesiones de dibujo, pintura o escultura, de bordado y tejido, de capacitación en algunos oficios, así como algunos juegos de mesa, o clases de baile, de habilidades comunicativas, de ventas, de emprendedurismo, de primeros auxilios, de atención a adultos mayores, de educación cívica o electoral, y otros muchos servicios se han brindado en las bibliotecas desde antaño.
Según Theresa Willingham (2017), el ETC es un hub comunitario que sirve para las bibliotecas que buscan rediseñar o reutilizar el espacio del que disponen, o desarrollar una programación creativa y práctica de actividades de saber-hacer.  Para establecer un ETC, se deben:
  1. Realizar sesiones de descubrimiento con las partes interesadas, tanto para ubicar espacios así como programas que interesaría desarrollar a la comunidad.
  2. Revisar y evaluar los espacios existentes para determinar su rentabilidad y facilidad de uso, así como su diseño y desarrollo para posibilitar la realización de las actividades programadas.
  3. Mapear los activos para desarrollar el quehacer de las asociaciones comunitarias dentro de las actividades programadas.
  4. Presupuestar, planear y considerar la gestión de los riesgos .
  5. Capacitar a los responsables del ETC.
  6. Operar y supervisar las actividades programadas.
  7. Documentar las diferentes actividades que se realicen.

Página de inicio de Makerspaces.com.
Pero, ¿por qué se necesita nombrar el conjunto de esos servicios veteranos con una denominación nueva y única? Señalamos antes que se hace para destacar esta denominación como el modelo que debe ser paradigma para las bibliotecas que pretendan mantenerse en funcionamiento.
Sin embargo, Crawford Barniskis (2015) ha señalado dos grandes problemas que entraña este modelo para la biblioteca pública, aunque por su naturaleza podrían bien extenderse a otros tipos de bibliotecas.

A) El fuerte respaldo que tiene de empresas dedicadas a la producción, distribución y venta de tecnologías de la información y la comunicación, las cuales imponen discursos  con tres características:
  • Hacer específico-de-género, que suprime actividades consideradas femeninas por no ser útiles ni generar ganancias.
  • Dirigido a ganancias económicas, esto es, con un enfoque de negocios.
  • Determinismo tecnológico, con énfasis en el uso de las impresoras 3D.
B) Las personas son asumidas como receptoras pasivas, dependientes y dispuestas a usar lo que ofrecen los ETC, en las formas en que se les presentan.

Podemos agregar a estos problemas un tercero, consistente en la frontera que se pretende mantener entre el acceso y el uso, pues en teoría el bibliotecario sólo debería permitir el acceso a los recursos y las herramientas, y vigilar que su uso sea lícito. Sin embargo, el hacer permitido está condicionado ideológicamente por las tres características discursivas que antes se mencionaron, lo cual lleva a que este facilitador intervenga en los usos posibles, necesariamente alterando el curso del hacer del grupo de personas.
En otro nivel de generalidad, el ETC plantea con otra cara el problema toral de la misión de la biblioteca, que sigue intentando determinarse en un mundo cambiante y veleidoso, de amores líquidos -como diría Bauman- en el que no hay asidero y la única constante es el cambio.
Antes habíamos tratado el problema de la misión de la biblioteca (vid. entrada 21, sobre la misión), y deberemos seguir abordándolo por ser asunto complicado, invadido de distintos intereses y presente en muchas latitudes.

Bibliografía
Crawford Barniskis, S. (2015). Metaphors of privilege: Public Library Makerspace Rhetoric. iConference 2015 proceedings. Localizado: 1 abr. 2020. En: https://www.academia.edu/12046736/Metaphors_of_Privilege_Public_Library_Makerspace_Rhetoric
Impact Hub Oaxaca. (2020). Impact Hub Oaxaca. Localizado: 1 abr. 2020. En: http://huboaxaca.com.mx
Telmex. (2020). Telmexhub. Localizado: 1 abr. 2020. En: https://telmexhub.org/
Willingham, T. (2018). Library makerspaces: the complete guide. With contributions by Chuck Stephens, Steve Willingham, Jeroen De Boer. Lanham : Rowman & Littlefield.

lunes, 23 de diciembre de 2019

71. LA PRÁCTICA BASADA EN LA EVIDENCIA.

La Biblioteconomía es el conjunto de conocimientos prácticos, y también teóricos, que son precisos para que las bibliotecas puedan cumplir sus funciones y sus fines, de acuerdo con las necesidades de los usuarios (EcuRed, s.d.). Conforme esta definición, la forma de proceder de la Biblioteconomía es mediante el diseño de instalaciones, ambientes, procesos, servicios y soluciones adecuadas a los distintos tipos de fines y necesidades que se puedan presentar.
De esta manera, al ser el diseño parte sustancial de la Biblioteconomía, se tiene que todos los conocimientos generados sirven para la creación o modificación de proyectos de diseño. Estos conocimientos se fundamentan en evidencias, que se asumen como sostén de la certidumbre en los momentos de decidir y actuar.
La Real Academia Española tiene una definición errónea de evidencia en su diccionario, pues la subordina a la certeza, aunque ésta no es indicativa de que haya evidencia, ni ambas son iguales. En cambio, la definición del diccionario de Oxford es más interesante, pues manifiesta que la evidencia es la información disponible que apoya la validez de una proposición. A partir de esta noción, Fogelin establece los enunciados de orden, que son aquellos que indican algo sobre el soporte evidencial para alguna declaración, acción o elección.
Según el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (2014), las evidencias enfocadas en el contexto de operación pueden ser de tres tipos:
  • Evidencia basada en la experiencia profesional, el entendimiento del problema, vivencias, habilidades, etc. tanto de uno mismo como de los demás, y que estén documentadas.
  • Evidencia sobre el contexto basada en la información que podemos recolectar sobre nuestros potenciales beneficiarios (sus preferencias, necesidades, limitaciones), su comunidad, el marco regulatorio institucional, del país y técnico, nuestra competencia, el entorno socio-político, etc.
  • Evidencia científica rigurosa, relevante y disponible que sirva para el problema o la situación en cuestión.
Es interesante notar que encontramos coincidencia de estos tres tipos de evidencia con los expresados por Brice, Booth y Bexon (2005), quienes ubican en la primera categoría las observaciones del bibliotecario; en la segunda, las necesidades y preferencias manifestadas por el usuario; y en la última, los resultados de la investigación científica. Conforme estos autores, las evidencias se deben buscar en la segunda etapa del proceso de la Biblioteconomía basada en la evidencia (BBE), que se ilustra en la figura 1.

Figura 1. Biblioteconomía basada en la evidencia (BBE).
Estos tres tipos de evidencias sólo pueden servir para generar conocimiento y encontrar soluciones si se pueden generalizar o comparar, y en esto radica el problema de su operacionalización. Brice, Booth y Bexon indican además dos aspectos problemáticos del agente operacionalizador: las preferencias de los bibliotecarios por la anécdota y la experiencia, así como la falta de competencias de los mismos para evaluar críticamente las fuentes.
Tenemos entonces que las evidencias en el diseño pueden ser anecdóticas, empíricas (por observación o experimentación) y teóricas; estas últimas a través de conexiones de ideas, condensación de conceptos o por deducción o inducción.
Dada la naturaleza eminentemente práctica de la Biblioteconomía, sus proposiciones se originan de esta manera en lo intuido por el quehacer, tanto en lo que se decide como por las acciones. En este sentido, algunos ejemplos de evidencias directas pueden verse en la figura 2.

Figura 2. Evidencia directa.
Estas evidencias directas tienen y adquieren significados en la Biblioteconomía mediante la forma de enunciados deónticos de naturaleza teleológica; esto es, tomados como objetos de interés para alcanzar un fin, por lo que se tiene que deben ser de cierta forma para que el logro del fin se dé. Este es el primer principio de la lógica biblioteconómica.
El segundo principio se refiere a cuando se encuentra un problema en relación con las evidencias directas. Los problemas se originan en cambios generadores de desajustes en la comprensión y la comunicación, que se resuelven mediante aclaraciones o transformaciones realizadas en todo o parte de los conjuntos de enunciados de orden, tales como las políticas y las normativas, o por comunicaciones resolvedoras de esos desajustes.
Tomemos un ejemplo actual para revisar lo hasta ahora avanzado:
Un Makerspace es un espacio dotado con tecnología y herramientas para la creación de ideas o proyectos individuales o en equipo.
Tenemos aquí una forma de acceso que atiende la necesidad de crear ideas y proyectos individuales o en equipo, para lo cual se hace disponible un espacio dotado con tecnologías y herramientas. O sea, la evidencia del llamado "makerspace" es cómo debe ser para atender a esa necesidad. Asimismo, se puede problematizar la creación de ideas y proyectos individuales o en equipo, estableciendo los requerimientos en materia de lo que debe estar disponible como lo que debe ocurrir cuando ya se tenga, y los resultados esperados.
Una vez diseñado un makerspace en una biblioteca o un archivo, se pueden recabar las experiencias de los usuarios, las anécdotas y experiencias de los bibliotecarios, así como las investigaciones realizadas al respecto, y todo esto nos proporcionará evidencia para nuevos significados de este objeto de la Biblioteconomía.
Podría pensarse que el éxito del diseño en opinión de sus usuarios sería evidencia de su funcionalidad, pero eso se referiría sólo a una cualidad manifestada en un caso, consignable como buena práctica y conocimiento práctico, pero que difícilmente alcanzaría para ser un conocimiento teórico.
Si entendemos así el funcionamiento de la Biblioteconomía, tenemos en las evidencias poderosas herramientas de conocimiento práctico para el desarrollo de la disciplina, a pesar de los problemas encontrados por Brice, Booth y Bexon (2015) y reiterados por Martínez Arellano (2014).
Sin embargo, ¿son estas las únicas evidencias de la Biblioteconomía o podemos agregar otras, quizá de otra naturaleza? ¿Podemos expandir los principios de la lógica biblioteconómica para tener más elementos de manipulación de las evidencias y obtener nuevos conocimientos prácticos o teóricos? Éstas y otras muchas preguntas se nos ocurren de lo hasta aquí expuesto, por lo que seguiremos tratando sobre este tema más adelante.

Bibliografía
Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab. (2014). Guía: uso de evidencia en el diseño de proyectos. Herramientas de evaluación en proyectos de innovación social, Santiago, del 23 de abril al 14 de mayo de 2014. Localizado: 22 dic. 2019. En: https://www.povertyactionlab.org/sites/default/files/Gu%C3%ADa%20-%20Como%20revisar%20la%20evidencia.pdf
Brice, A.; Booth, A.; Bexon, N. (2005). Biblioteconomía basada en la evidencia: un estudio de caso en las ciencias sociales. Trabajo presentado en el Congreso Mundial de Bibliotecas e Información; 71o Congreso General y Consejo de la IFLA, "Las bibliotecas: un viaje de descubrimiento", 14-18 ago. 2005, Oslo, Noruega. Localizado: 10 dic. 2019. En: https://archive.ifla.org/IV/ifla71/papers/111s_trans-Brice_Booth_Bexon.pdf
EcuRed. (s.d.). Biblioteconomía. Localizado: 7 dic. 2019. En: https://www.ecured.cu/Biblioteconom%C3%ADa#Reconocimiento_epistemol.C3.B3gico
Fogelin, R.J. (2009). Evidence and meaning: studies in analytic philosophy. London: Routledge.
Martínez Arellano, F.F. (2014). Bibliotecología basada en evidencia (BBE). En: Ríos Ortega J, Ramírez Velázquez C.A. Naturaleza y método de la investigación bibliotecológica y de la información. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información. Localizado: 10 dic. 2019. En: http://ru.iibi.unam.mx/jspui/bitstream/IIBI_UNAM/CL374/1/naturaleza_metodo_investigacion_bibliotecologica_bibliotecologia_basa_en_evidencias_filiberto_f.pdf

domingo, 5 de mayo de 2019

70. CALIDAD DE LA INFORMACIÓN

En dos entregas anteriores (números 46 y 66) señalamos problemas que ahora vamos a designar, de manera global, como "calidad de la información". En el primero, nos referimos a las situaciones que viven las bibliotecas al buscar mantener los equilibrios en el desarrollo de colecciones de calidad, y que a la vez en alguna medida atiendan las demandas de los usuarios.
La segunda entrada (66) trató de la verdad en la Biblioteconomía, señalando la preocupación de los bibliotecarios estadounidenses  por la relevancia que ha cobrado el tema de la posverdad debido a los problemas que plantea para la selección documental.
Al respecto, es de notar que en las bibliotecas y los archivos se han desarrollado desde hace décadas diversos procedimientos de evaluación y valuación de los recursos de información como parte de los procesos de selección positiva o negativa. Así, se consideran las características formales, materiales, contextuales, institucionales y de otra índole, que afectan los recursos de información, para decidir sobre su adquisición, ingreso, mantenimiento o salida.
No obstante, en esos procedimientos de evaluación y valuación generalmente no se critica el contenido de tales recursos de información, a pesar de que pueden haber sido cuestionados, ser apócrifos o piratas, contener mentiras, difamaciones o falacias, ser plagios, o tener algún otro inconveniente intelectual poco recordado o conocido.
Según la Organización Alemana de la Calidad de la Información, hay cuatro dimensiones a considerar en la evaluación de la información para determinar su calidad, y son las siguientes:
  • Accesibilidad.
  • Presentación.
  • Contexto.
  • Elementos intrínsecos.
En el siguiente gráfico se presentan estas cuatro dimensiones con los factores a considerar en cada una.

Gráfico 1: Dimensiones de la calidad de la información (2006).

Podemos notar en este esquema que la verdad no es una cualidad de la información a tomar en cuenta, pero sí están la credibilidad, la precisión y la consistencia metodológica, que a menudo se consideran indicios de veracidad.
Con este marco en cuenta, realizamos con los alumnos de la Maestría en Derecho de la Información de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, generación 11 (2018-2020), y del Instituto Michoacano de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (IMAIP), un ejercicio para determinar la veracidad de ciertos datos aportados por un documento oficial estatal. De esta manera, y conforme el esquema alemán que antes mostramos, la identificación de este documento se perfila de la siguiente manera:

Gráfico 2: Calidad de la información del informe de gobierno de Michoacán.

Al adentrarse al contenido, los alumnos deberían aportar datos sobre la presentación. Tenemos entonces que el ejercicio que hicieron consistió en buscar las citas que contiene el tercer informe de gobierno de Michoacán (2018) en materia de archivos y bibliotecas, para luego verificar su verdad mediante la correspondencia con los hechos. Lo realizaron en equipos por aproximaciones, esto es, buscando en sitios web oficiales, en documentos dentro y fuera de línea, llamando por teléfono a personas responsables , y acudiendo a las locaciones para verificar físicamente.
Se encontraron tres menciones de los archivos y seis de las bibliotecas. La información sobre los archivos que fue encontrada en las citas, luego de la verificación, resulto ser inexacta, o estaba mal redactada, o era imposible de verificar por protocolos de secrecía, o es inexistente.
La información citada sobre las bibliotecas estaba mal redactada o incompleta, o correspondía a otro asunto distinto del mencionado, o fue imposible de verificar. 
En general, la desinformación, la información a medias o la franca mentira fueron los principales hallazgos, además de varias dificultades que encontraron los alumnos para realizar la verificación, destacando la secrecía, e incluso imprecaciones y reclamos que recibieron por hacer sus preguntas, aunque aclararan que se trataba de una tarea del posgrado.
Es probable que este informe de gobierno se almacene en archivos y bibliotecas no sólo de Michoacán, sino en otras partes del país, y que por las características que muestra nuestro Gráfico 2 se valore positivamente su presentación, dando seguramente por aceptada su veracidad.
En los archivos y las bibliotecas la autoridad de los textos se confunde con la calidad. A eso se debe la preocupación de los bibliotecarios estadounidenses, pues la posverdad no sólo pone en entredicho la supuesta neutralidad de las bibliotecas, sino que expone su participación en la ideología hegemónica, bajándolas de sus baluartes de pureza y globalidad.
Esto es un problema tan interesante, tan actual y tan apremiante la necesidad de reflexionarlo entre los archivistas, los bibliotecarios y todos los involucrados en la conservación y organización de los repositorios, que deberemos continuar revisándolo y actualizándolo pronto.

Bibliografía

Michoacán (México). Gobernador (Aureoles Conejo: 2015- ). (2018). A mitad del camino ¡que se escuche Michoacán!: tercer informe de gobierno. Sept. 2018. Localizado: 12 abr. 2019. En: http://michoacan.gob.mx/3informeSAC/pdf/ejecutivo-tercer-informe-de-gobierno.pdf
Pontificia Universidad Católica de Perú. (2018). Evaluación de obras de referencia impresas. Recursos y servicios de información general y especializada: un proyecto de investigación de la PUCP. Localizado: 4 mayo 2019. En: http://blog.pucp.edu.pe/blog/recinfo/2018/05/22/evaluacion-de-obras-de-referencia-impresas.
PowerData. (2016). Características necesarias para una buena calidad de la información. Localizada: 4 mayo 2019. En: https://blog.powerdata.es/el-valor-de-la-gestion-de-datos/caracteristicas-necesarias-para-una-buena-calidad-de-la-informacion

domingo, 14 de abril de 2019

69. BIBLIOTECAS PÚBLICAS EN MÉXICO

México tiene más de dos centurias edificando su identidad nacional, y parte de ese tiempo varios sujetos, así como algunas organizaciones, e incluso los gobiernos estatales y el federal, han creado bibliotecas públicas destinadas a educar ciudadanos, difundir la  cultura nacional y universal en libros, formar lectores, cambiar a las personas para que sean mejores, servir de complemento a la escuela y así, siempre con el ánimo de conferirles misiones de amplio y profundo calado.
El último gran esfuerzo lo inició el gobierno federal en 1982 con el Programa Nacional de Bibliotecas Públicas, que estableció mecanismos de concertación con los gobiernos estatales, así como con los sectores social y privado, para conformar la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, que ahora tiene registradas más de 7,400 instalaciones en un número superior al 90 por ciento de los municipios del país.
Simitrio Quezada, de la Jornada Zacatecas, escribió recientemente que "el boom de las bibliotecas públicas en el país, hace cuatro décadas, quedó en la historia y, fuera de la intención que acompañó a la monumental biblioteca Vasconcelos, nadie le aportó algo significativo. Dejamos que nuestras bibliotecas públicas envejecieran. Peor aun: que se deterioraran. Confinamos a nuestras bibliotecarias a sus mecánicos llenados de estadísticas, olvidamos capacitarlas, les restringimos apoyos y aumentos salariales. Lo peor: muchas veces divorciamos a las bibliotecas de los centros de mediación de lectura, cuando ellas estaban llamadas a ser eso".
Quezada agregó que "la Dirección General de Bibliotecas, dirigida ahora por el profesor Marx Arriaga Navarro, debe exigir su derecho a ser involucrada en la Estrategia Nacional de Lectura para hacer de las bibliotecas públicas los grandes centros de lectura. No debe quedar desvinculada de la gran tarea".
Respecto a la Estrategia Nacional de Lectura, fue presentada el 27 de enero de este año, indicando que su objetivo general es fortalecer los valores culturales, morales y espirituales del país. Sus objetivos específicos son, entre otros, los siguientes:
  • Reforzar en la infancia y  en la adolescencia el hábito de la lectura como una práctica placentera, que abre posibilidades de conocimiento.
  • Reforzar y mejorar la comprensión de los textos, desde la  interpretación de las ideas simples, hasta la discusión y crítica de  las ideas complejas.
  • Lograr que los libros  se encuentren a la mano, a costos asequibles, y que las bibliotecas no se asocien con el aburrimiento.
Es interesante notar que esta acción de gobierno tiene un sentido moral de la lectura desde su concepción, invistiéndola de cualidades de buena nueva, pues "solo siendo buenos se puede ser feliz y se puede salir adelante".
En este sentido, la Estrategia se vincula con la Cartilla moral de Alfonso Reyes, adaptada por José Luis Martínez (1992), que prescribe seis formas de respeto como principio de la bondad: 
  1. Respeto a nuestra persona en cuerpo y alma.
  2. Respeto a la familia.
  3. Respeto a la sociedad humana en general y a la sociedad particular en que nos toca vivir.
  4. Respeto a la Patria.
  5. Respeto a la especie humana.
  6. Respeto a la naturaleza que nos rodea.
Además, para su ejecución en la Estrategia se han definido tres ejes:
  • De carácter formativo, en el cual se inculcará el hábito de la lectura desde la infancia y la adolescencia, para lo cual se involucrarán diversas áreas de la Secretaría de Educación Pública y la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
  • De carácter sociocultural y se enfocará en que haya títulos atractivos para el público, que se encuentren a su alcance y que cuenten con precios accesibles.
  • De carácter informativo, el cual incluirá campañas en medios para posicionar a la lectura como un hábito que permite sentir y pensar más allá de lo inmediato, las cuales estarán a cargo de Comunicación Social del Gobierno de México.
Arriaga Navarro informó el pasado 11 de abril que ha establecido convenio con siete universidades publicas estatales para que se sumen con su institución a la Estrategia Nacional de Lectura, que explica con el siguiente gráfico:
Es notoria en este gráfico la poca participación de las Coordinaciones Estatales de Bibliotecas Públicas, así como la nula presencia de los lectores, lo cuál puede generar dudas sobre el rumbo de las acciones que se proponen, pues más parece para lucimiento académico, que para resolver los problemas indicados por Quezada, o para mantener la continuidad, tal como lo indicó la Secretaria de Cultura en la inauguración de la cuarta edición del Festival Letras de Tepic, el pasado primero de febrero.
Agregamos, para una mejor análisis que las bibliotecas públicas de México existen con una ideología que se indica en el siguiente gráfico:
Así, los usuarios son buenos y buscan ser mejores, o no lo son tanto y se les debe domesticar a través de procesos formativos. Acuden a la lectura por propia voluntad a requerir los servicios generales y complementarios. Su lectura sólo puede ser escolarizada (para hacer tareas) o consumista (por "placer"). Hay que darles todo de manera simple (mínimo esfuerzo) y no importa confundir la disponibilidad con el acceso; es más, deben gozar el auto-servicio cuanto más se pueda. La biblioteca les dará bienes portadores de cultura (recursos de información), que generalmente serán de alta cultura, pero dependiendo de los ánimos del gobierno en turno también se podrá incluir en las colecciones algo de cultura popular. Se tendrá la ilusión de que la propiedad intelectual no aplica en las bibliotecas publicas y de que existe la libertad de acceso. Además, en lo posible, se hará creer al usuario que él decide su propia inclusión y que allí se apropia del "conocimiento".
Vemos que la situación de las bibliotecas públicas es incierta, pues además de lo antes expuesto no es claro de dónde saldrá su financiamiento, sobre todo para detener el cierre de muchas de ellas. Asimismo, se deben apalancar buenas relaciones con el mercado de la información y con los productores de la información. Todo esto, además de la convocatoria adecuada de la población para que nuevamente considere las bibliotecas públicas.
Esto apunta a una realidad compleja, y por lo mismo deberemos seguir revisándola.

domingo, 21 de mayo de 2017

68. SOBRE EL FUTURO: ¿HUMANISMO O ECONOMÍA?

Hace cinco años, el argentino Camilo Franco planteó que "si los profesionales de la Bibliotecología no encuentran pronto la manera de abocarse a reflexionar muy seriamente [y fuera de las instituciones que los cobijan] sobre el futuro ético y político de su profesión... deberán --en un nivel comunitario no menos que en uno individual-- abrazarse con todo el fervor que su situación exige a aquella frase de Gottfried Benn...: Ser tonto y tener trabajo, he ahí la felicidad".
Su preocupación es resultado de la lectura que hizo de un ensayo del filósofo alemán Peter Sloterdijk, quien en 1999 echó por tierra el principio humanista de que la lectura adecuada amansa y mejora a los hombres.
Extrañado, Franco considera que los bibliotecarios no reaccionan ante la afirmación de Sloterdijk por:
  1. Encontrarse demasiado ocupados intentando obtener un pleno reconocimiento dentro de la comunidad científica, o 
  2. Considerar irrelevante la discusión de un texto proveniente de la Filosofía, o
  3. Encontrarse perplejos ante las Tecnologías de la Información y de las Telecomunicaciones, o
  4. La existencia de tabúes o auto-exclusiones discursivas que son consecuencia de conducirse en entramados de temores materiales y/o espirituales, incluida la cuestión de la supervivencia, en un entorno laboral y/o académico, o sea, en un entorno político, o
  5. Una candidez impostada (máscara de ingenuidad) de los bibliotecarios, que les lleva a cerrar los ojos solamente.
La causa de invalidez paulatina de este principio humanista es porque nos encontramos en tiempos de una reorganización del mundo a partir de otros principios no humanistas, sino prescritos por la Economía. De esta manera, la lectura se define a partir de una tipología establecida por la OCDE y se mide a partir de pruebas establecidas por este organismo, además de que la UNESCO se pliega a los preceptos de la sociedad de la información y la infordiversidad que postulan los poderes fácticos del mundo, esto es, los dueños de la economía mundial.
Como consecuencia de esta situación de cambio que aún vivimos, los sujetos buscan agremiarse para reducir la incertidumbre, o bien desean creer que existen las capacidades creativas de las multitudes que pontifica la ideología de la Web 2.0., o las débiles promesas que aún se dicen sobre los nativos digitales.
En otras palabras, dado que los bibliotecarios trabajan en situación de dependencia de las fuerzas culturales, políticas y sociales prevalecientes, y si esperan seguir recitando que sirven fielmente a los usuarios, es determinante que se lleve a cabo la reflexión que sugiere Franco.
Constatamos que el mundo de los bibliotecarios es cada vez más y más raro debido a sus contradicciones internas y al fracaso de sus ideologías. Un par de ejemplos nos pueden ilustrar:
  • La IFLA (Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias) tiene dos secciones muy singulares:
La Sección de Alfabetización Informativa, que tiene como propósito primordial el fomento de la cooperación internacional en el desarrollo de la alfabetización informativa en todo tipo de bibliotecas e instituciones de información, entendiendo que la alfabetización informativa es la adopción de un comportamiento adecuado de la información para identificar, a través de cualquier canal o medio, información adecuada a las necesidades de información, que conduzca a un uso entendido y ético de la información en la sociedad.
La Sección de Alfabetización y Lectura, que proporciona un punto focal para la promoción de la lectura y la alfabetización en las bibliotecas; así como la integración de las actividades de investigación en lectura y desarrollo de la lectura en los servicios bibliotecarios para todos los ciudadanos.
¿Por qué separar la alfabetización y la lectura de la alfabetización informativa en la biblioteca? Según uno de los creadores de la primera sección, están separadas porque operan en dos secciones distintas de la IFLA, así de simple. Pero, ¿la alfabetizaciòn informativa no presupone la alfabetización y la lectura? Si, aunque  las cosas son así en IFLA.
  • Sloterdijk apuntó que la lectura aún constituye, modestamente, una potencia educadora de hombres, y que la selección de los textos determina la forma como se realiza, por lo que siempre entra como el poder oculto tras el poder. En este sentido, Meneses Tello y Licea de Arenas afirmaron que "la selección se contamina cuando la libertad de seleccionar títulos por parte de las comisiones de biblioteca, de los usuarios o de los bibliotecólogos, se ve coartada en virtud de que la libertad de leer se encuentra continuamente bajo ataque, tanto por parte de algunos grupos privados como de las autoridades públicas que se empeñan en evitar libros polémicos u ocultar información que comprometa el poder de la clase dominante o grupo hegemónico".
Todo esto conlleva a que Franco tiene razón de extrañarse, pues los bibliotecarios tenemos un problema muy complejo que no se resuelve considerando a los usuarios como clientes y/o concibiendo las bibliotecas como negocios culturales.
Las contradicciones son un tipo de problema muy frecuente en el mundo bibliotecario, y más allá de sonreír o llorar cuando los encontramos, debemos hacer un esfuerzo por comprender lo que ocurre, y no sólo ponerse la máscara de ingenuidad y conducirnos con el laissez faire de siempre.
Este problema es tan rico, amplio, complejo e interesante, que lo volveremos a tratar, pero en partes.

Bibliografía
Franco, C. (2012). Los recitadores de la ley: A propósito del silencio de la Bibliotecología frente a las Normas para el parque humano de Peter Sloterdijk. 25 h. Localizado: 20 mayo 2017. En: http://eprints.rclis.org/29141/1/recitadores-de-la-ley-camilo-franco.pdf
IFLA (2017). Information Literacy Section. Localizado: 21 mayo 2017. En: https://www.ifla.org/information-literacy
IFLA (2017). Literacy and Reading Section. Localizado: 21 mayo 2017. En: https://www.ifla.org/literacy-and-reading
Meneses Tello, F.; Licea de Arenas, J. (2005). El problema ideológico de la selección-eliminación-destrucción de libros y bibliotecas. Ciencias de la información, 36(2), p. 65-71.
Sloterdijk, P. (2006). Normas para el parque humano: Una respuesta a la Carta sobre el humanismo de Heidegger. Traducción de Teresa Rocha Barco. 4a edición. Madrid: Siruela. Biblioteca de ensayo; 11. Serie menor.

domingo, 7 de mayo de 2017

67. PELIGROS Y RIESGOS

Los servicios dan solución a las necesidades de información de los usuarios utilizando los mecanismos de acceso a los recursos materiales y/o lógicos disponibles de la biblioteca. Sus características son dos:
  • La adecuación, que consiste en conducir la necesidad de información a su solución a través de una ruta en la que haya el menor número de desviaciones, las cuales pueden ser meros intentos o vías equivocadas.
  • La efectividad, que consiste en acciones que involucran el medio, la disponibilidad real utilizada, la rapidez y la pertinencia.
De esta manera, los servicios tienen el control del acceso a lo que está disponible, por lo que resulta muy importante que distingamos, para fines de análisis, la disponibilidad y el acceso.
Por otra parte, desde hace un lustro en la Gestión del Conocimiento empezó a abordarse el tema de cómo se debe gestionar la ignorancia de las organizaciones. 
La ignorancia es un estado de las personas, los grupos y las organizaciones, que consiste en no saber algo porque no se puede, no se quiere o no se debe, y ocurre como una construcción social que excluye para fines de protección, identidad, mantenimiento, cohesión y/o control. La ignorancia, más que el conocimiento, es lo que une y empareja a las personas, las organizaciones y los grupos.
Israilidis, Lock y Cooke han definido la "gestión de la ignorancia" de la siguiente manera:

es un proceso de descubrimiento, exploración, darse cuenta, reconocimiento y administración de la ignorancia, dentro y fuera de la organización, a través de un proceso administrativo apropiado para satisfacer las demandas actuales y futuras, para diseñar mejores políticas, y para modificar acciones, de manera que se alcancen los objetivos de la organización y se mantenga la ventaja competitiva.

Esta definición, tal cual la enunciaron los autores, sirve para bibliotecas universitarias, especializadas y escolares, en donde la organización puede ser una institución de educación superior, o de investigación, o una escuela, respectivamente. En el caso de las bibliotecas públicas, la organización será la sociedad. Además, dependiendo del tipo de biblioteca la ventaja competitiva se puede entender de dos maneras: hacia dentro de la biblioteca o hacia la comunidad a la que sirve.
El proceso que enuncia esta definición se muestra en la siguiente gráfica:

Gestión de la ignorancia (Israilidis, Lock y Cooke).
Esta noción nos sirve para entender mejor lo que hacemos los bibliotecarios con nuestros usuarios, pues cuando acuden a solicitar nuestros servicios bibliotecarios o de información tratamos de descubrir, explorar, darnos cuenta o reconocer lo que ellos nos piden o requieren, y asimismo administramos su ignorancia a través de interacciones y por los recursos que ponemos a su disposición en formas predeterminadas.
En consecuencia, y dado que los servicios gestionan la ignorancia, entonces conllevan peligros y riesgos que pueden ocurrir con relativa frecuencia. Para comprender esto, introducimos las siguientes tres definiciones:
  • Peligro (hazard): Agente que proporciona servicios en la biblioteca, o recursos materiales y/o lógicos de la misma, capaces de introducir ruido, sesgos, errores o tendencias en la solución a las necesidades de información de los usuarios.
  • Riesgo (risk): Probabilidad de que ocurra un fallo en la solución a las necesidades de información de los usuarios por la presencia de un peligro en la ejecución del servicio.
  • Necesidad de información (information need): Es un estado o situación de ignorancia determinado del usuario, que se toma como punto de partida para buscar dotarlo de información o conocimiento adecuados para un proceso de aprendizaje y/o apropiación, que reduzca y redefina su ignorancia, y le lleve a tener otro estado o situación de ignorancia.
De esta manera, los bibliotecarios pueden tener una interacción deficiente con un usuario, proporcionarle acceso a recursos de información de calidad cuestionable, hacer que su experiencia de servicio sea tortuosa, limitarle la disponibilidad, cuestionarle su necesidad de información, y demás, provocando como consecuencias ruido, sesgos, errores o predisposiciones de tendencias en ese usuario, todo con relativa facilidad y sustentado en supuestos de la autoridad del bibliotecarios por su presunta neutralidad, dedicación y preparación.
¿En que extensión ocurre esto en las bibliotecas de todo el orbe? Es difícil saberlo, pues los bibliotecarios se han enmascarado en todo el mundo y niegan cualquier estudio que apunte a mostrar sus fallos, por lo que generalmente no aprenden de sus errores, sino que los repiten desde hace décadas. Esto puede asumirse como una soberbia muy grande de los bibliotecarios, pero ellos lo justifican porque se asumen como campo laboral asediado y poco reconocido.
¿Contribuyen a esta situación las escuelas que forman bibliotecarios, así como las instituciones de investigación en materias bibliotecarias y de la información? Definitivamente, pues son claros instrumentos creadores y difusores de la ideología predominante en el mundo bibliotecario, que es la que justifica el statu quo.
Tenemos entonces que la gestión de la ignorancia es algo que hacen los bibliotecarios hacia dentro y hacia fuera de su gremio, y por ende lo realizan también las bibliotecas. Asimismo, encontramos indicios de que esto puede llevar a que existan peligros y riesgos para los usuarios de los servicios. No obstante, como los asuntos que ahora tratamos son tabúes de los bibliotecarios, se requiere un gran esfuerzo para ahondar en estos problemas, pues conforman un complejo de ignorancia que administran los bibliotecarios para presentar una cara bien maquillada al mundo. 
Las implicaciones sociales, morales y políticas de esta situación son innegables. Precisamente por su complejidad, seguiremos abordando estos asuntos.

Bibliografía
Israilidis, J.; Lock, R.; Cooke, L. (2013). Ignorance management. Management dynamics in the Knowledge Economy, 1(1), p. 71-85.

martes, 18 de abril de 2017

66. LA VERDAD


¿Qué es la verdad en la Biblioteconomía? Generalmente, esta pregunta se entiende como referida a las colecciones de las bibliotecas, esto es, a si sus contenidos son verdaderos. No obstante, esto sólo podría aplicar a una parte del acervo: aquellos recursos de información en los que el contenido corresponde a una realidad aceptada. Claro que en esta afirmación hay una noción implícita de lo que es la verdad.
En algunas ocasiones, la verdad se entiende también como uno de los resultados del quehacer bibliotecario, sobre todo cuando se afirma que el usuario tiene derecho a saber la verdad.
Esta cuestión la plantearon hace años Martínez Rider y Rendón Rojas (2004), quienes revisaron cuatro conceptos de verdad: 
  • como correspondencia entre lo que se dice y lo que existe en la realidad aceptada.
  • como consenso o acuerdo de una comunidad referente a lo que se dice que es verdad.
  • como algo útil, pues lo que se dice sirve para hacer algo.
  • como un decir no contradictorio.
Estos autores se inclinaron por la primera noción, pero aclarando que no la absolutizan ya que consideran importante tener en cuenta el proceso histórico-social de su producción. En consecuencia, agregan que "no hay una verdad última y universal, pero si hay verdades que al serlo nunca perderán su valor".
Cuatro años más tarde, Labaree y Scimeca afirmaron que las prácticas objetivas de la biblioteconomía sólo se pueden explicar adecuadamente al considerar su lugar en el contexto del desarrollo histórico. De esta manera, otra noción de la verdad consiste en el decir que vale en un determinado contexto histórico.
Tenemos entonces cinco conceptos de verdad, de los cuales dos son apoyados por los autores como propios de la Biblioteconomía.
La verdad se puede concebir como relación, propiedad, cualidad o perlocución, según el Diccionario de la lengua española (RAE). Al buscar los opuestos a la verdad en el diccionario, esto es, sus antónimos, hallamos la siguiente lista: falsedad, mentira, engaño, hipocresía, embuste, trola, bola, fábula, error, equivocación.
Estos opuestos a la verdad son de dos tipos que se imbrican:
  • Decir no aceptado: Falsedad, fábula.
  • Actuar no aceptado: Mentira, engaño, hipocresía, embuste, trola, bola, error, equivocación.
Así, un decir no aceptado ocurre como un actuar no aceptado y viceversa. Esto es así porque en el mundo decir y actuar son como dos caras de la misma moneda.
Podemos notar ahora que los cuatro conceptos de verdad de Martínez Rider y Rendón Rojas, así como el quinto concepto de Labaree y Scimeca, existen como un decir y un actuar entrelazados.
No obstante, es importante señalar que las dos nociones que proponen los autores consultados son excluyentes, esto es, la correspondencia de un decir con la realidad aceptada o con un contexto histórico determinado deja fuera otras posibles explicaciones. A manera de ejemplo, en los libros de historias de las bibliotecas en México, que se realizaron en la década de 1980, se afirmaron muchos juicios de historiadores, pero al considerarlos los bibliotecarios tuvieron otras explicaciones de las situaciones relatadas.
Otro ejemplo sería el siguiente:
"La infodiversidad entraña el conjunto de acciones y funciones que aseguran a todo ser humano la posibilidad de vivir en un ambiente de fuerzas y productos sociales que lo enriquecen con la diversidad de ideas y pensamientos de cualquier época y de cualquier entorno geográfico. El propósito radica en establecer un equilibrio cultural en la vida [de] los individuos y en la del grupo social al que éstos pertenecen".
que no corresponde a nada conocido hasta ahora por su gran idealismo. Si fuera verdad, no habría crímenes de odio en Estados Unidos. No obstante, es un concepto aceptado por el gremio bibliotecario y quien opine al contrario es considerado irrelevante o incomprensible.
Por otra parte, una forma de decir y actuar no aceptados se denomina "falacia", que según Herrera Ibañez y Torres es un razonamiento incorrecto, con una salvedad: es psicológicamente persuasivo y la explicación de por qué es persuasivo, a despecho de su incorrección lógica, debe buscarse en algunos casos en su función expresiva destinada a provocar actitudes que probablemente inclinen a la aceptación en lugar de brindar razones".
En fecha reciente, los bibliotecarios estadounidenses se han procupado debido al concepto de "posverdad", que fue denominada "palabra del año" por el Diccionario Oxford en 2016. La posverdad es la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. De esta manera, la posverdad es un decir fraudulento y emotivo expresado con una función perlocutiva.
Sin embargo, la posverdad es un eufemismo de la falacia, o sea, oculta que se esta mintiendo al darle carta de naturalidad a una nueva designación de la mentira.
La razón por la que los bibliotecarios esdounidenses están preocupados por la posverdad obedece a dos motivos:
  • es porque muchos de sus discursos, construcciones teóricas y manuales pueden recibir el calificativo de "posverdad".
  • es por los problemas que plantea la posverdad para la selección documental.
Quizá debamos buscar una verdad para la Biblioteconomía en la propuesta del conocimiento no-abismal planteada por Santos, para quien la verdad sería intervención, no representación. De esta manera, aceptando la creencia, la intersubjetividad y la interacción conocimiento-ignorancia como partes sustantivas de una ecología de saberes se podría actuar en el mundo encontrando en esa praxis la verdad.
En su decir y actuar, la Biblioteconomía lleva más de cien años bruñendo su espejo para dejarse seducir por las vistas parciales o trucadas de su reflejo. Quizá es hora de tomar en serio el asunto de su verdad, o sus verdades.
Entonces, este problema de la verdad es tan interesante y complejo como lugar donde coinciden el conocer y el creer, lo científico y lo no-científico, el valor y el no-valor, que nos atreveríamos a decir que todas las nociones de verdad, excepto la cuarta de Martínez Rider y Rendón Rojas, son aproximaciones válidas a una noción compleja de verdad en Biblioteconomía. Pero esto, lo revisaremos en otra ocasión.

Bibliografía
Herrera Ibañez, A.; Torres, J.A. (1994). Falacias. México: Torres.
Larabee, R.V. y Scimeca, R. (2008). The philosophical problem of thruth in Librarianship. The library quarterly: information, community, policy, 78(1), p. 43-70.
Martínez Rider, R.M. y Rendón Rojas, M.A. (2004) Algunas propuestas latinoamericanas de objetos de estudio para la investigación bibliotecológica. Revista internamericana de bibliotecología, 27(1), p. 13-44.
Princetos University. (2011). Notes on thruth and librarianship. Academic librarian. Localizado: 18 abr. 2017. En: https://blogs.princeton.edu/librarian/2011/01/notes_on_truth_and_librarianship/
Santos, B. de S. (2007). Para além do pensamento abissal. Novos estudos, (79), p. 71-94.