sábado, 23 de enero de 2010

9. 2010: NUEVO ABORDAJE

En este año, he decidido cambiar la manera como llevo este blog, de tal forma que en algunas ocasiones seguiré la tónica que manejé el año pasado, con pequeños ensayos soportados por un aparato crítico, y a partir de ahora también voy a incluir textos con reflexiones que haga al alimón.
De esta manera, daré comienzo con unas cuantas ideas que cruzan mi mente ante el surgimiento de los servicios bibliotecarios ambulatorios, que es un tema que me parece bastante interesante. Al respecto, cada vez leemos con más frecuencia, sobre todo en la lista de discusión bibliotecaria IWETEL, que se están utilizando las redes sociales y los dispositivos electrónicos de comunicación móvil (DECL) para proporcionar servicios bibliotecarios. Es así que las bibliotecas emprenden nuevas formas de acercamiento a sus usuarios con apoyo en la tecnología, que cada día presenta nuevas novedades. A través de las redes sociales, mediante administradores de contenidos como Facebook o Hi5, las bibliotecas están buscando tener más visibilidad y que se conozca mejor lo que realizan y ofrecen. Además, por medio de foros, blogs, tablones de avisos y el Twitter, buscar mantener una comunicación permanente con aquellos a quienes reconocen como sus usuarios.
Sin embargo, es de notar que no toda la gente accede a las computadoras e Internet, además de que los DECL están posicionados en ciertos grupos sociales, pero no en la totalidad de la población.
El atractivo de estas nuevas formas de acercar la biblioteca al usuario tiene como trasfondo un problema real que enfrentan los bibliotecarios de muchos países: La reducción de la demanda de los recursos y servicios bibliotecarios. Este problema se manifiesta de varias maneras: A través de la disminución de la afluencia de los usuarios a la biblioteca; por la decreciente estadística de préstamos de documentos; y por otros indicadores estadísticos de que dispone la biblioteca.
Al preguntarnos por qué se da esta reducción del interés y la necesidad de los usuarios, se ha argumentado que ellos tienen a su disposición otros recursos y servicios para obtener la información, particularmente a través de la Internet. Si analizamos más a profundidad la situación, encontramos que algunos bibliotecarios han comparado la Internet con las bibliotecas, detectando que a través de la red se puede obtener cierta información y documentos de forma gratuita, las 24 horas del día, sólo bastando tener una computadora y conectividad. Además, a veces las personas no tienen que trasladarse para buscar la información y los documentos, y también pueden realizar todas sus tareas en la comodidad de su hogar y sin la intermediación de otra persona.
Algunos han visto en estas diferencias la ventaja de la Internet sobre la biblioteca, e incluso han pronosticado la desaparición de la segunda. Otros han comentado que, pese a esa ventaja la biblioteca seguirá siendo necesaria, pues no toda la información ni todos los documentos están en la red, además de que seguirán publicándose obras fuera del ámbito de las redes. Unos más señalan la necesidad de reconceptuar la biblioteca, introduciendo nociones nuevas como las de “biblioteca híbrida” y “espacio común de información” (“information commons”, en inglés), hasta quienes proponen trasladar toda la biblioteca a la red bajo el concepto de la “biblioteca digital”.
Frente a todos estos análisis y propuestas de solución me inquieta la duda sobre si realmente estamos entendiendo el problema: LA REDUCCIÓN DE LA DEMANDA DE LOS RECURSOS Y SERVICIOS BIBLIOTECARIOS. ¿Es éste el problema? ¿Es todo el problema o sólo se enuncia una parte? ¿La disponibilidad de recursos en la Internet es causa de este problema?
Por muchos años, la atadura de la biblioteca a un espacio físico se vio como una limitante para atender a ciertos tipos de usuarios. De esta manera, se crearon servicios de extensión bibliotecaria para los enfermos recluidos, los presos, las escuelas y ciertos públicos especiales, como los académicos, los políticos y los empresarios. También se establecieron servicios bibliotecarios móviles para llegar a comunidades alejadas de la biblioteca. Además, desde hace varios lustros, la biblioteca aprovechó las tecnologías de comunicación para extender sus servicios más allá de sus paredes: Por medio del télex, el teléfono, el fax y ahora la red de redes. No obstante, los servicios de extensión bibliotecaria no se llevaron a cabo en todas las bibliotecas, sino sólo se aplicaron en una minoría, debido sobre todo a los costos de operación.
A lo anterior debemos agregar el problema de las barreras del acceso a los recursos y servicios bibliotecarios, pues las bibliotecas, dependiendo del tipo que sean, definen quiénes son sus usuarios, por lo que no cualquiera puede disfrutar de sus servicios. A esto agregamos que todas las bibliotecas imponen reglamentos de servicios que muchas veces se oponen a los requerimientos de sus usuarios, y que se diseñan más por lo que la biblioteca puede ofrecer con sus propias limitaciones.
Si a estos factores agregamos la relación bibliotecario-usuario, que no siempre es cordial, las carencias del desarrollo de las colecciones, y todas las demás barreras y limitaciones que impone la biblioteca al usuario -a veces porque se ve obligada a hacerlo- para que pueda utilizar los recursos y servicios, tendremos un cuadro más realista de qué tanto la reducción de la demanda es un problema. Es así que ésta es sólo una parte del problema, y junto a ella hay otras más: Por ejemplo, los problemas de presupuestos insuficientes y las limitaciones que el entorno impone a la biblioteca.
El que la biblioteca defina su razón de ser por el número de usuarios que usan sus recursos y servicios es también parte del problema, que se origina en supuestos de equidad e igualdad de oportunidades de los usuarios. Sin embargo, no debe olvidarse que son los bibliotecarios quienes determinan quién es y será su usuario.
En este sentido, se asumen como punto de partida concepciones ideales del usuario, a veces soportadas por estudios de usuarios que recurren a los mismos supuestos que buscan probar. Así, a veces se acepta como verdad que el usuario es una persona que conoce el valor de la información (o debería conocerlo), que tiene la formación en las competencias para hacer buen uso de la biblioteca (o debería tenerla), que tiene las competencias para leer adecuadamente los documentos y extraer de ellos la información y el conocimiento que necesita (o debería tenerlas), que es bien intencionado (o debería serlo) y un largo etcétera.
Asoma entonces una situación polimorfa, en la que vemos que la reducción de la demanda tiene que ver con los recursos y servicios disponibles, cuya posibilidad depende de factores externos e internos de la biblioteca. Vemos también que junto a este problema hay supuestos que necesitan ser revisados y actualizados, así como situaciones históricas que se han identificado como problemáticas en diversa medida. Entonces, la reducción de la demanda es una cara de un problema mayor, que es la biblioteca misma. ¿Qué está haciendo la biblioteca? ¿Para qué sirve? ¿A quién sirve? ¿Debe cambiar permanentemente para adecuarse a qué o quién: Al capricho de sus propietarios o administradores, al documento, al usuario, a los cambios en las relaciones sociales, a algunos de estos, a todos o a otros? Esperamos seguir tratando este tema más adelante.

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